Don Enrique, el Luthier del CentroUna historia de madera, alma y resistencia

viernes, septiembre 19, 2025 | Nosotros


Fotografía: Cámara Minolta Juan David Castaño

En el corazón bullicioso del centro de Bogotá, entre callejones con grafitis y el eco de pasos apurados, aún existen lugares donde el tiempo se detiene. A dos cuadras del Chorro de Quevedo en la carrera 1 # 12-36 en Bogotá, donde la ciudad canta su historia, encontramos un taller pequeño, casi escondido. Y dentro de ese refugio de madera, barniz, aserrín y cuerdas, trabaja Don Enrique: un luthier de los de antes.


Don Enrique aprendió el oficio de su padre, cuando todavía era un pelado que observaba en silencio, con ojos grandes y curiosos, cómo una simple tabla podía transformarse en instrumento. Desde entonces, no ha dejado de trabajar con las manos. No hace guitarras: las cultiva, con paciencia, con dedicación y con respeto por la música y el material.


Aquí no hay prisa. No hay producción en serie ni moldes repetidos. Cada guitarra que Don Enrique construye tiene su propia historia, su propio carácter. Algunas son para músicos callejeros, otras para coleccionistas, muchas para soñadores que buscan un sonido que no se consigue en una tienda.
Pero este arte —como tantos otros saberes tradicionales— está en riesgo. La invasión de instrumentos baratos y fabricados en masa ha hecho que muchos pasen de largo ante el valor de lo hecho a mano. Y sin embargo, Don Enrique persiste. Porque sabe que cada guitarra salida de su taller lleva en sus vetas no solo música, sino memoria, oficio y amor por lo auténtico.

Sus manos no solo construyen instrumentos. Construyen legado.
Y en un mundo cada vez más rápido, más desechable, más impersonal… lo hecho con alma sigue teniendo otro sonido.