jueves, octubre 12, 2023 | Arte
Abundancia
Esta pintura digital está inspirada en la utopía en la abundancia de alimentos pero en realidad los pueblos periféricos de Colombia como el Choco, la Guajira y entre otros, se encuentran olvidados, abandonados por el Estado y manoseados cuando hay época de elecciones.
Frailejón
Esta pintura digital nace de la magia que tiene nuestro páramo, una riqueza donde proviene la fuente de la vida EL AGUA, un territorio que se tiene que defender y proteger de la avaricia del hombre que solo desea oro y cemento llamándolo «progreso».
Sin embargo, las personas que son conscientes del tesoro que es el agua, salen y se manifiestan para defender el ecosistema del páramo, para gritar y decir no a la minería y no a la construcción de viviendas en los humedales. Porque nuestro territorio nos conecta con la naturaleza y cuando la visitamos nos encontramos en un lugar de paz y tranquilidad, un espacio para poder apreciar luciérnagas que alumbran nuestros caminos de luna y los frailejones que nos dotan de su sabiduría.
Nueva Casa
La imagen del cangrejo ermitaño es la representación de muchas personas que vienen desplazadas de sus tierras quienes tienen que cambiar de casa en casa para su sobrevivencia y su búsqueda constante de tener un sostenimiento económico y alimenticio. Con la llegada paulatinamente de estas personas quienes llegan a las periferias y transforman el paisaje donde les es más fácil su permanencia.
Abuela
Esta pintura digital nace de la experiencia que ha vivido mi abuela llamada Maria Ismenia Rojas, quien me ha comentado de cómo llegó a esta nevera llamada Bogotá, la mujer quien represento en esta pieza es a esa mujer que llega desplazada a causa del conflicto armado o la violencia intrafamiliar quien sufrió mi abuela (ella llegó a la edad de 4 años junto con sus hermanas mayores escapando de la violencia que le propinaba su padre).
Es por ello que quiero representar a esas mujeres que vienen con la esperanza en la búsqueda de un mejor futuro para sus hijos a quienes cargan en su espalda y les enseñan de dónde provienen, cuáles son sus costumbres y tradiciones para no perderlas tan fácilmente con el «nuevo mundo». Sobrevivir en esta ciudad de cemento no es fácil, lo menciona mi abuela -«Mija cuando llegué me dejaron con una familia que ni conocía, allí tuve que trabajar desde mis 4 años realizando la limpieza y la alimentación del hogar, allí una señorita me enseñó a leer, a escribir y a cómo utilizar las nociones básicas de las matemáticas (sumar, restar, multiplicar y dividir), en este espacio tuve que trabajar gratis hasta que me fui a trabajar con mi hermana Lilia, cuando tuve mis hijos la casa en la que vivíamos era de teja y madera, aguantamos hambre pero para suplir las necesidades nos acercábamos a la plaza de Corabastos a rebuscar en las basuras alimentos en buen estado, hasta que logré mi ranchito propio y pude ofrecerles a mis cuatro hijos educación sin olvidar de dónde veníamos y como luchamos para sobrevivir»